Distinto

Mientras la hegemonía del fútbol mundial se la disputan, según la mayoría de aficionados y profesionales, Cristiano Ronaldo y Leo Messi, lo cierto es que yo me salgo de este debate. No me interesa. Mi gusto es otro, distinto. En esto me sucede como con las chicas, rara vez me gusta la más guapa, o la más inteligente. Siempre sale ganando (o perdiendo, según como se mire) esa chica especial, distinta. Y es que, en el fondo, distinto es el protagonista de esta historia. Es un tipo callado, introvertido. Las portadas y los grandes titulares no van con él. No encaja en ese perfil. Fuera del campo, es cierto, no puede competir con el marketing de Cristiano -vende de lo lindo- ni con el furor que arrastra Messi -un país devoto del fútbol como Argentina y un club como el Barça que lo erigió como estandarte le van insuflando aire-. No puede competir por varias sencillas razones. Nuestro jugador tiene un color de piel blanquinoso, lechoso. Además, está medio calvo. No es fuerte, tampoco alto. Como decimos, es tímido y reservado, no apto para los titulares. Y, por si faltara algo, nació en Fuentealbilla (Albacete). Es decir, no encaja en la imagen de mercadotecnia que las grandes firmas necesitan para vender sus productos. Y, no nos engañemos, quién va a mover un dedo en un país como España por defender a uno de los suyos, a uno de Albacete, frente a las grandes estrellas mundiales del planeta fútbol.

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La cosa es que es el mejor, sin más. Son muchos los futbolistas a los que he visto jugar, a los que les he prestado atención. Y sí, admiro las diabluras de Messi y el jugador completo que es Cristiano. Pero la clase, el talento y la calidad que atesora Andrés Iniesta… eso, que me perdonen, no lo tiene nadie más que él. Quizás Zidane y Riquelme le siguen de cerca (de los que yo he visto jugar, claro está). Pero Iniesta, ay, Iniesta tiene ese algo que no sabrías definir, igual que te sucede con las chicas, pero que lo convierte en alguien especial. Es diferente, único. Porta el 6 en la selección y el 8 en el Barça. Son dorsales ligados a su nombre. Y con ellos ha logrado conquistar el universo. Ha formado parte esencial del mejor Barcelona de la historia, es decir, aquel equipo entrenado por Pep Guardiola. Lo ha ganado todo a nivel de clubes. Pero además, por si fuera poco, ha roto la triste somnolencia del fútbol español a nivel de selecciones. En España la gente se ha acostumbrado a ganar. Y parte de culpa la tiene este hombre, Andrés Iniesta.

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Ni siquiera en este país, tan cainita como es España, ha habido consenso en torno a la figura de nuestro protagonista. Unos decían que el mejor era Casillas (los mismos que ahora, curioso, lo linchan públicamente). Otros hablaban de que Xavi Hernández era una figura más significativa, con más calado en la historia del fútbol español. Y otros, otros todavía estaban con Raúl y su alargada sombra mediática. El caso, en un sentido u otro, es que Iniesta no ha recibido el reconocimiento que merece. Pudiera parecer que sí porque, a fin de cuentas, nadie discute su talento (¡faltaría más!). Pero no, la realidad marca otra cosa. La realidad viene dada, por ejemplo, por hechos tan significativo como que el jugador albaceteño jamás ha conseguido el Balón de Oro. Un insulto al fútbol (y un descrédito absoluto para este premio), así lo digo, que en los años 2010 o 2012 no se le hiciera entrega de este galardón a Andrés Iniesta. 

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Messi es Messi, pero sin Iniesta, sin aquel gol de este en el último suspiro en Stamford Bridge, sin sus infinitas conexiones, probablemente no hubiese sido tanto Messi. De hecho, el rosarino se diluye un tanto cuando juega con Argentina, alejado del talento, entre otros, de su socio albaceteño. Sin embargo, el arte de nuestro protagonista arrecia todavía con más fuerza si cabe cuando juega con España, sin la presencia de Messi. Sin él a su lado, de hecho, ha logrado vencer dos Eurocopas y un Mundial. No es cualquier cosa. En todo caso, el propio Iniesta, de naturaleza modesta, jamás ha discutido el trono a Leo. Como buen jugador de club que es, como buen profesional, guarda respeto a la figura del astro argentino. Jamás ha habido un choque de egos entre ambos, un choque que pusiera en daño los intereses del Barcelona. Y es que, en el fondo, yo me pregunto ¿dónde está el ego de Iniesta? Creo que no va con su forma de ser. Todo lo que aquí escribo, estos superfluos debates sobre quién es mejor que quién, le deben importar poco a un tipo como él. Está hecho de otra pasta. Como decimos, es especial, único. No juega para las portadas ni para los premios. Su fútbol… es un fútbol de otro tiempo. 

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Si el fútbol fuera arte, Iniesta sería el Artista por excelencia. Sus regates, sus asistencias, sus quiebros, sus goles… en definitiva, su capital importancia en el juego. Las galerías del fútbol se rifan, casi a escondidas y después de vociferar a los cuatro vientos que Messi y Cristiano son los mejores del mundo, sus obras. Sin embargo, qué contradicción, él no juega de cara a la galería. Todo lo que hace tiene un sentido, y este sentido siempre va ligado a una operación matemática muy sencilla, la del juego de suma cero: su equipo suma mientras que el adversario resta. Con el balón en los pies no hay rival que pueda detenerlo. Un defensa solo está perdido, es un combate desigual, sin gracia. Dos tampoco achican lo suficiente. ¿Tres? Iniesta comienza a pensar a partir de tres rivales. Cuatro, cinco, seis… tanto le da. Como digo, es un maestro en esto del fútbol.

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Artesano donde los haya, Andrés Iniesta (¿cuántas veces he escrito su nombre?) es un jugador al que siempre recordaré. Un jugador de leyenda. Tiene la virtud de compaginar el sentido práctico del fútbol (no es otro que ayudar a tu equipo en la victoria) con un punto preciosista que, y esto es lo mejor de todo, le sale natural. Ese tipo de clase, que me perdone el estajanovista Cristiano Ronaldo, no se entrena. Se tiene o no se tiene, tan simple como eso. Donde los demás jugadores se ponen nerviosos, se enredan y terminan por perderse, por ejemplo en un mano a mano dentro del área, él pone la pausa sin ponerla, reduce revoluciones sin reducirlas y termina haciéndote un traje a medida con tal sutileza que ni te has dado cuenta. Un gol suyo en los últimos instantes, cuando solo los valientes se atreven, lo consagró en Stamford Bridge. Un gol suyo en los últimos instantes, cuando todo el mundo esquiva el peso de la responsabilidad, nos dio nuestro primer Mundial. Y todo lo hizo sin levantar la voz, sin hacer ruido. En silencio, porque así es él. Los demás que se queden con Cristiano (la chica guapa) o con Messi (la chica inteligente). A mí me da igual, pues yo lo tengo claro: me quedo con Iniesta, ese jugador distinto.        

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