Psicosis urbana

Nueva York está radiante. Al menos, así la siente Erica. La vida le trata bien: disfruta de su trabajo en la radio, está felizmente enamorada de su chico y pasea por las aceras de su ciudad, captando sus sonidos, sus gentes, su idiosincrasia. Desconecta de la rutina en su tranquilo apartamento, donde ha vivido momentos inolvidables con su novio. Una noche, tan normal como cualquier otra, decidirán ir a dar un paseo al parque que tienen cerca de casa. Charlar por el camino, fantasear sobre el futuro y jugar con el perro. Todo es idílico. Todo funciona de maravilla. Sin embargo, la postal cambia de color. Ahora el paisaje queda inundando por la oscuridad del parque, un inquietante túnel se erige como protagonista y los tres delincuentes de turno ofrecen la acción.

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Todo, de pronto, se marchita. La dulzura se convierte en agonía. Las pesadillas fatigan la mente de Erica. ¿Qué le sucede? ¿Cómo reponerse frente a un golpe tan duro? No encuentra respuesta en la policía. Los automatismos de sus agentes, la frialdad de la comisaría y la estandarización en el trato corroen su estado de ánimo. Algo extraño ha despertado en ella, en su interior. Está temblorosa, inquieta. Parece a punto de estallar. «I always believed that fear belonged to other people. Weaker people. It never touched me. And then it did. And when it touches you, you know… that it’s been there all along. Waiting beneath the surfaces of everything you loved.» Erica es presa del pánico, enclaustrada en una pesadilla urbana de la que no consigue escapar. Y así, tan angostamente, aparecerá una solución, un antídoto que extirpe el veneno que la está matando: una pistola.

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Esto no es un western, aunque lo parece. Es ni más ni menos que el Nueva York del siglo XXI. Una gran ciudad, un colosal enjambre de gentes. Los estudiosos de la sociología y de la geografía han dedicado muchas horas a su estudio, al estudio de este tipo de construcciones urbanas. Y a su manera, Neil Jordan participa en esta investigación a través de esta película. La psicosis urbana se impone, la histeria se agiganta a cada segundo que pasa y él solo buscar transmitir un mensaje: la violencia que todo lo invade. «La gente teme a la gente» exclama Erica. Donde había bondad ahora solo encuentra maldad. Es un paraíso deshumanizador: un hombre dispara a quemarropa a su ex mujer; dos chicos golpean sin motivo alguno a un joven en el metro; un hombre abusa de una chica en la parte trasera de su coche; y un maltratador busca refugio en las lagunas legales para salir indemne de sus fechorías. Y ella se pregunta, ¿dónde queda la justicia?

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No parece encontrarla en el mundo. Todo se ha vuelto gris. Así lo piensa, también, el detective Mercer. Los malos se le escapan. El sistema legal es una maraña que entorpece la labor de los «buenos», de tipos como él, policías que solo buscan hacer cumplir la ley. El film, en este sentido, no esconde sus cartas. Es una obra demoledora, contundente. El paisaje queda teñido de violencia, una violencia gratuita que no encuentra rival. No puede contenerse ni erradicarse. El sistema ha perdido la batalla, al menos en la gran ciudad. Y él reclama justicia. No es venganza, no es ojo por ojo. Solo es justicia: hacer lo correcto. Pronto se entablará una relación (cogida con alfileres al principio) entre el detective y nuestra protagonista. Una relación que servirá para consagrar, ahora ya de forma manifiesta y sin tapujo alguno, los principios que lleva impregnados esta obra.

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The brave one es una película conservadora. Neil Jordan nunca ha sido un cineasta cercano a la tibieza. Sus películas raramente se mueven en la indiferencia. Él busca la inquietud y la alcanza a lo largo de este metraje. Transmite su mensaje, su realidad. ¿Es esta la solución óptima? ¿La conducta de Erica y el agente Mercer es el modelo a seguir? «There is no going back, to that other person, that other place. This thing, this stranger, she is all you are now» reflexiona la protagonista. No encuentra remedio para su dolor. Y en esa extraña sinrazón, en ese profundo desasosiego parece encontrarse el cineasta. Sus intenciones se encuentran en el límite entre el bien y el mal. Abre el debate, pues, con esta película, ¿qué harían ustedes ante tal situación? parece preguntar. Busca quitar las máscaras que tapan al público, destapar los impulsos más hondos de las personas. No quiere refugiarse en la doble moral ni en la hipocresía. Ofrece de esta manera un universo desolador, un paisaje corrupto y carente de esperanza que toma forma de una mujer sentada en el metro, esperando únicamente otro acto con el que redimir a los desgraciados que pueblan en la sociedad.

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Despierta una extraña inquietud y te deja un punto de mala sangre en el cuerpo. Son méritos suficientes los conseguidos, entonces, por esta película. Como digo, me parece una relato muy atrevido y arriesgado. Es un retorno al far west, al tiempo de los justicieros. De hecho, parece como si The brave one hubiese estado financiada por el lobby de la Asociación Nacional del Rifle estadounidense. Más allá de todo esto, lo cierto es que el guion te carcome los nervios. Sientes la agonía de Jodie Foster, una actriz esplendorosa que vuelve a brindar aquí otro recital interpretativo. Sientes la frustración de Terrence Howard, actor que sin hacer mucho ruido siempre destila porte y estilo. Y, por último, te enfadas con el puñetero Neil Jordan, sobresaliente cineasta, por despertar en ti este dilema: ¿el extraño se apoderaría de mí? Te contestas que no, claro está. Buscas interiormente refugio en la ley, en el Estado de Derecho. Piensas que de no ser así, la sociedad no funcionaría, todo se perdería entre tinieblas. ¿En qué tipo de persona me convertiría si no? La violencia solo genera violencia. Sin embargo, esa doble moral, esa panfletaria fachada cívica es la que busca esquivar esta historia. Abre el interrogante y lo deja sin respuesta. «Piensa» te dice Neil Jordan, «¿qué harías tú?» Y en el fondo, solo deseas no verte jamás ante una situación así, que nunca se abra ese dilema para ti.  

The brave one (2007) Estados Unidos. Thriller. Violencia. Dirigida por Neil Jordan. Con Jodie Foster, Terrence Howard y Naveen Andrews. Guion: Roderick Taylor, Bruce A. Taylor y Cynthia Mort. Fotografía: Philippe Rousselot. Música: Dario Marianelli. 119 minutos.