El escargot azul

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Acercarse a la figura de Amin

Esta es la historia de Idi Amin, un personaje fundamental de la historia del siglo XX y, quizás, el dictador más relevante que ha existido en el África contemporánea. Su nombre está ligado a muchas cosas. La primera, el horror. Y tras esta, diría yo, aparece el destino. El destino entendido en sentido general, como quien parece nacido para una determinada tarea. ¿Quién iba a pensar que aquel miserable niño que se arrastraba por las calles de Jinja, desesperado por recibir algo de comida, terminaría siendo el hombre más poderoso del país? «Lo he soñado, sé el día que moriré» solía decir Amin. Escapó de múltiples conspiraciones e intentos de asesinato. Parecía tener razón en su locura, parecía conocer con certeza cual era su destino. 

La política colonial británica, en todo caso, aparece como la causa fundamental de la irrupción de la figura del dictador ugandés. «I come from a very poor family, I think you should know this. My father left me when I was a child. The British Army; became my home. They took me as a cleaner, in the kitchens, cleaning pots. They used to beat me. ‘Beat this wall, Amin.’ ‘Dig the latreen, Amin.’ And now, here I am. The President of Uganda. And who put me here, huh? It was the British.» Amin es fruto, por tanto, de la sinrazón imperialista de los británicos, de su empeño por alargar su presencia colonial en territorio africano. Solo así se entiende que un hombre sin cultura, pobre y desarraigado terminara convirtiéndose en uno de los más poderosos militares del ejército ugandés. Los británicos tenían la costumbre de adiestrar, de darles una oportunidad en el ejército, a los hombres más cualificados con los que se toparan por la calle. Gente sin alma, sin rumbo fijo que encontraría su válvula de escape en el ejército. Idi Amin, un joven robusto, fuerte y con gusto por el boxeo, daba con el perfil de buen soldado.

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En 1962 Uganda alcanzó la independencia. Su primer mandatario fue Obote, quien gobernó durante ocho años. Dicen de él que era un tipo egocéntrico y caprichoso. Dicen que no tenía especial admiración por uno de los hombres más importantes de su ejército, Idi Amin. Este último, viendo peligrar su propia vida, orquestó un golpe militar en 1971. Un golpe que lo alzó al poder. «You dare try to poison me? After everything I gave you? I am Idi Amin! President-for-life and ruler of Uganda. I am the father of Africa.» Así de creído se lo tenía. Su interminable verborrea y su enérgico desparpajo podían llevar a engaño. Parecía un tipo cercano y afable. Sin embargo, la realidad histórica muestra otra cosa. Muestra a un hombre que jamás confió en nadie. Se dejó llevar por sus propios impulsos, por sus interminables intuiciones. Y siempre aplicando una misma metodología: «dispara primero.»

Forest Whitaker representa, casi milimétricamente, la idiosincrasia de un tipo tan peculiar, excéntrico y cruel como Idi Amin. Realiza una desbordante exhibición, un regalo artístico que sirve para acercarnos, incluso con cierta inquietud, a la figura de aquel sanguinario militar. La crítica mundial premió a Whitaker con los máximos galardones de la temporada (obtuvo Oscar y Globo de Oro a mejor actor). El reconocimiento a su trabajo es, por extensión, el reconocimiento a esta película. Una película, The last king of Scotland, con ciertas carencias pero que, en líneas generales, ofrece una notable visión histórica sobre la situación en Uganda, extrapolable a otros países africanos, durante el siglo XX.

El personaje del Doctor Garrigan es la excusa que emplea esta narración -de hecho, también el principal defecto del guion- para brindar al espectador la compañía de Amin. A través de él nos acercamos, casi entablamos amistad, con el dictador. Cuesta creer, sin embargo, que un tipo tan receloso, paranoico y desconfiado como este último se encaprichara de una manera tan ciega con este joven escocés. Los líos de faldas con una de las mujeres del presidente ugandés y el enredo con la Operación Entebbe como vía de escape del país son parte del punto ficticio y exagerado con el que se adorna a esta narración. Flaquezas que, en cualquier caso, no desdibujan la idea principal de este film: desentrañar quién era Amin. 

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El nombre de Kevin Macdonald va ligado al de un cineasta atrevido, crítico y combativo. Atesoro títulos notables tanto en el género documental (One day in september; My enemy’s enemy; Marley) como en la pura ficción (State of play). Es uno de esos cineastas que acostumbra a poner el dedo en la llaga. No se esconde del dolor. Y, en este caso concreto, se agradece. Se agradece porque consigue descifrar los códigos que movían a un tipo como Amin, a ese intrigante genocida. Capta su esencia, plasmando lo impredecible y terrorífico que podía llegar a ser ese basto y fornido militar. Su interminable verborrea, sus continuas bromas y su dicharachera puesta en escena se combinan con la simple y traumática atrocidad. El director solo se encarga de agitar la mezcla y servirla. Entre estos dos puntos se encuentra, conviene enfatizarlo de nuevo, la figura de un sobresaliente Forest Whitaker.

Las cifras oficiales hablan de entre 150 y 300 mil muertos como consecuencia de los delirios, de las ansias de poder de Idi Amin. Fue un personaje perverso. Decía que él había vencido a los británicos, que él era el padre de África. Entre sus arrebatos narcisistas estuvieron presentes su apoyo a la independencia sudafricana, los favores a la causa palestina (la Operación Entebbe está presente en el film) y una extraña guerra con Tanzania. Este último conflicto fue el que le obligó a abandonar el poder. Se exilió en Arabia Saudí vía Libia, donde murió tranquilamente (y probablemente hasta feliz) en 2003. Ejerció el poder en su país durante ocho años. Parecía un tipo simpático, campechano y afable. Sin embargo, siempre llevaba un cuchillo escondido con él. Convirtió Uganda en un circo de sangre y terror. Fue un genocida despreciable, un monstruo a quien el cine ha retratado de manera notable en esta película.    

The last king of Scotland (2006) Reino Unido. Drama. Cine histórico y político. Dirigida por Kevin Macdonald. Con Forest Whitaker y James McAvoy. Guion: Peter Morgan y Jeremy Brock. Fotografía: Anthony Dod Mantle. Música: Alex Heffes. 123 minutos.  

El espíritu de África

¿Qué animal es el más temible de todos? De primeras, siempre me había dado por responder el león. Y fíjate que la lista es extensa: la cobra, el tigre, la pantera, el cocodrilo y, no las dejemos a un lado, las escalofriantes arañas. Sin embargo, un nombre se agiganta, sobresale, en la obra que termino de leer. Es el elefante, un gigante que cuando agita su temperamento, no teme a nada ni a nadie; no tiene rival. El marfil y el ímpetu que esbozan la figura de este animal forman la simbología a la que recurre Ryszard Kapuściński para hablar sobre África. «El espíritu de África siempre se encarna en un elefante. Porque al elefante no le puede vencer ningún animal. Ni el león, ni el búfalo, ni la serpiente». Así, con este punto infatigable y estoico, liga el lazo con el que proteger a ese maravilloso y extenso continente. De norte a sur, de este a oeste. Cientos de caminos recorre el escritor polaco en su aventura por desentrañar la realidad que acompaña a los habitantes de África.

Ébano es el título que porta el libro. Una obra que sería aconsejable revisar desde temprana edad. Es un monumento a la concienciación. Una mirada que va más allá del tópico africano, del león y la sabana. Ébano es un gran árbol, macizo y robusto. Adorna los paisajes africanos y ofrece, al abrigo de su sombra, vida para el caminante. Pero ébano también es el nombre con el que se conocía a los africanos en los tiempos en los que la trata de esclavos imperaba. El comercio triangular que dominó las aguas del Atlántico entre los siglos XVI y XIX queda reflejado en las líneas de este libro, en las palabras de cada uno de sus capítulos. La dimensión cultural es fundamental para entender la actual situación del continente africano y, entrelazada a ella, se presenta este fatídico acontecimiento histórico, la trata de esclavos. Un atroz hecho que no solo ayudó a cimentar las bases del sistema capitalista, sino que también inició la cadena de tropelías que, por desgracia, todavía hoy pervive en territorio africano.

Hendricks1Family Jules: NNN (No Naked Niggahs), Barkley L. Hendricks (1974)

«Estando en África, el europeo no ve más que una parte de ella: por lo general, ve tan sólo su capa exterior, que a menudo no es la más interesante, ni tampoco reviste mayor importancia». Quizás por eso sea tan interesante la lectura de este libro. Sudán, Nigeria, Uganda, Rwanda. Son solamente algunos de los lugares donde se detiene Kapuściński. No rehuye el contacto con la verdadera África, si es que acaso existe esta. No siente vértigo por la noche africana, tampoco por la extensa lista de enfermedades frente a la que se expone. Respira acompañado por un sinfín de temores, y mira, observa todo lo que existe a su alrededor. Deja, de esta manera, constancia histórica sobre lo que allí sucede. Un fabuloso reportaje social, de carácter cualitativo, que nos abre la mente y que sirve, en definitiva, para clarificar nuestra mirada.

Una mirada que el autor pincela desde las primeras líneas de su prólogo: «De manera que éste no es un libro sobre África, sino sobre algunas personas de allí, sobre mis encuentros con ellas y el tiempo que pasamos juntos. Este continente es demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Sólo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos –África-. En la realidad, salvo por el nombre geográfico, África no existe». La empresa a la que se enfrentaba el autor, cuando comenzó a escribir esta aventura, era colosal. En su declaración de intenciones, evita el reduccionismo y la simplificación. Así, Ébano refleja la riqueza cultural, la variedad étnica y el amalgama de gentes que en África, hoy en día, conviven. Kapuściński se adentra en las profundidades de este continente sin miedo, y nos cuenta lo que ve: el ayer, el hoy y el mañana de África.

Kapuściński, R. (2014): Ébano. Editorial Anagrama, Barcelona.