Hawaii, 1978

John Collins es un nombre que forma parte de la grandeza del deporte. Sin embargo, pocos conocen su historia. Este hombre vivió ligado a la marina norteamericana, no en vano ocupaba el rango de coronel en la misma. Así, los múltiples destinos se agolpaban en su vida: él se desplazaba allá donde su país lo necesitara. Era un patriota que, además, tenía una afición muy concreta, una afición que compartía con su esposa, Judy. Dicha afición no era otra cosa que nadar, correr y montar en bicicleta.  

Estando destinado en San Diego, el coronel John Collins se ejercitó por su cuenta en estos tres deportes. Y realizó algún que otro triatlón, una modalidad de la que apenas nadie conocía de  su existencia. No fue hasta llegar a su nuevo destino, Hawaii, cuando a Collins le asaltó una genial idea que iba a cambiar la historia del deporte: organizar una competición en la que las tres disciplinas quedaran combinadas para la larga distancia. Todo ello había salido de una discusión con atletas locales, con amigos, con su propia mujer… ¿qué deportista sería el más completo, el más duro, el mejor  de todos?

La pregunta tenía fácil respuesta: aquel que nadara 3.8 km, realizara en bicicleta 180 km, corriera 42 km y terminara esta prueba en primera posición. Así, Collins pensó en cimentar una nueva carrera a partir de la fusión de pruebas ya existentes en la isla. La Waikiki Rough Water swim, el Around Oahu Bike Race y la Honolulu Marathon quedaban ahora unidas por siempre en una carrera que, sin embargo, todavía no había sido bautizada. «Whoever finishes first we’ll call the Iron man«, pensó Collins. Y así nació el Ironman. Aquel 18 de febrero de 1978 apenas se presentaron quince valientes a disputar la prueba, y solo doce de ellos lograron finalizarla. Todavía no eran conscientes de que habían hecho historia.  

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El triatlón, desde entonces, emergió con una fuerza inusitada. Había llegado para quedarse. Natación, ciclismo y carrera a pie. Tanto su versión olímpica (oficial a partir de Sidney 2000) como su modalidad más exigente -el ironman– han conquistado a miles de deportistas. Gracias, en parte, a aquel marine estadounidense, quien esto escribe ha encontrado un deporte que practicar con gusto. Ahora, correr 15 km diarios le parece una cosa de lo más natural, nadar en piscina 3 km sin pausas y sin superar las 160 pulsaciones es una rutina más y montar en bicicleta por la geografía «rompepiernas» que rodea a su localidad es una bonita manera de sufrir. Y, lo mejor de todo, se divierte con ello. Fantasea con sus amigos con la idea de que, algún día, disputarán el ironman, esa carrera con la que John Collins escribió parte de la historia del deporte.